Opinión: La frontera entre la maldad y la locura es invisible

Cuando yo era una niña, el estigma de «loco» era espeluznante. Tanto miedo daba que a uno el vocablo en sí mismo le daba escozor. Eran tiempos en los cuales la palabra «manicomio» representaba el mismísimo infierno.

Afortunadamente la psiquiatría y la psicología hoy están muy lejos de tales estereotipos, hoy existen herramientas para diagnósticos, hoy «el loco» de antes se sustituye por especificaciones bastante más claras. La depresión, los ataques de pánico, la ciclotimia, la bipolaridad, etc, son ya no vistas con horror sino como enfermedades clínicas, para las cuales existen diagnósticos y tratamientos.

Habiendo dicho lo anterior, y con el resultado del «diagnóstico» siento impotencia. Impotencia ante la crueldad de «mirar para otro lado» ante las características de un individuo que lejos de ser esquizofrénico más todos los «IVAS», es un reverendo hijo de su madre al cual ampara la «impunidad antisemita».

Me resulta (por decirlo de modo elegante) hilarante que un individuo que deja de lado su nombre de pila y se hace llamar Abdullah Omar, y que dice «Alá es grande» sea diagnosticado como psicótico crónico. Si se aplica la lógica ante tal infamia, se desprende, deduce e infiere que todos los movimientos de porte yihadista son inimputables. ¿Lo son? No. Los cabecillas de la yihad, en cualesquiera de sus versiones son seres demoníacos que están cuerdos de más, tan cuerdos están que pudieron planear atentados como el 11s, calculando los más minuciosos detalles y coordinando cuestiones impensables.

Así, Peralta(*), es tan homicida como todos los que nos muestran los noticieros durante media hora todos los días. «El elitismo del homicidio», la insolencia de la inmimputabilidad.

Shalom.

HEBREOS.Net
Fuente: Jai Uruguay
Autora: Anna Donner Rybak

(*) El pasado 8 de marzo, el empresario David Fremd, de 55 años, fue asesinado a cuchilladas cerca de su local comercial en el centro de Paysandú. La víctima era un activo integrante de la colectividad judía de ese departamento. El asesino, Carlos Omar Peralta, fue detenido a pocas cuadras del lugar y resultó procesado por los delitos de homicidio especialmente agravado, odio y lesiones, ya que también hirió a un hijo de la víctima.

Al dictar el enjuiciamiento de Paralta (de 35 años y de profesión maestro), el juez Fabricio Cidade concluyó que asesinó a Fremd «por el odio que sentía hacia la comunidad étnica y religiosa que representaba su víctima». Años antes, el homicida se había convertido al Islam y adoptó el nombre de Abdullah Omar.

Aunque una pericia preliminar pedida por Cidade antes de procesar a Peralta indicó que era imputable, el magistrado dispuso su internación en el hospital Vilardebó para una evaluación de su salud mental. Pero ahora, la valoración definitiva concluyó que el asesino «no fue capaz de apreciar el carácter ilícito de sus actos ni determinarse libremente», según expresó el informe elaborado por la psiquiatra del Instituto Técnico Forense (ITF), Ximena Ribas, que fue incorporado al expediente la semana pasada.

«Se sugiere que se mantenga internación psiquiátrica que podría ser en sala abierta hasta que el equipo tratante otorgue el alta. Se recomienda que en ese momento se nos envíe al ITF un informe con el proyecto para el alta. Es un paciente que debe estar en tratamiento permanente (de por vida) supervisado por terceros confiables. Presenta alta peligrosidad si deja la medicación», sostuvo el informe.

Ribas concluyó que Peralta padece «psicosis crónica de tipo esquizofrénica».