No se puede reducir todo a «buenos-débiles» contra «malos-fuertes», tampoco a «conflicto territorial». Es decir, se puede, pero no se alcanzará a entender nada, mucho menos esta noticia de hoy en la que el Hamás disparó contra el Paso de Erez mientras entraban camiones con ayuda humanitaria a Gaza. Se deben analizar las agendas. En el conflicto con los palestinos no entre dos bandos, sino por lo menos entre tres:
1) Israel. Está dispuesto a «dos estados para dos pueblos». Lo demostró en Oslo, en Camp David Barak-Arafat, en la HOja de Ruta, en el Plan Olmert. Incluso el Plan del Siglo de Trump, aceptado por Netanyahu, contemplaba un estado palestino.
2) La Autoridad Palestina bajo Mahmud Abbas, líder del partido Fatah en el gobierno, partido nacionalista laico. Está dispuesto a «dos estados», no «para dos pueblos» sino uno palestino y el otro, Israel, «pluralista».
No reconoce Israel como judío, tampoco está dispuesto a permitir que queden judíos en el próximo estado palestino. Pero confrontan con diplomacia y cooperan en temas de seguridad con Israel, contra Hamás. Por eso hay una «paz de facto» o «paz tensa y frágil» con Cisjordania.
3) Hamás. Su agenda es la islámica radical. Creen en el dogma de «Dar al Islam», Morada de la paz, en camino a un mundo islámico que traiga la paz universal, y para eso es legítima la fuerza, la Jihad.
Para ellos, todo Israel es una profanación, no sólo tierra ocupada, y debe ser redimida a sangre y fuego. Por eso, haber desocupado Gaza en 2005 no significa nada para ellos. A pesar de no haber un solo judío dentro de Gaza, ni civil ni soldado, la Jihad debe continuar, y por eso los cohetes y los túneles, con su costo de producción y su precio a nivel de no construir un Estado que traiga bienestar a su población, por eso los ataques cíclicos a Israel y los operativos israelíes como respuesta.
Eso mantiene viva la llama de la Guerra Santa, la Jihad. A su término, dice esta visión, no habrá dos estados sino uno, en toda «Palestina» (del Jordán al Mar mediterráneo, como cantan los progres en Nueva York y demás), y que será islámico radical, como Irán o Arabia Saudita.
Por eso, el conflicto es religioso, porque la naturaleza de un conflicto está marcada por su agresor. Y cuando te declaran una guerra santa, podés no creer en esas cosas, pero tenés una guerra santa encima. Y hay tiempo, puede durar siglos, si es necesario.
En eso se inscribe disparar a camiones con ayuda humanitaria, o a sus propias centrales eléctricas. Es la táctica de «cuanto peor mejor» y de crear una imagen martirológica ante el mundo, pues la victoria de Hamás no es militar sino de opinión pública. Si matan israelíes, ganan; y si mueren civiles palestinos, cuantos más mejor, también. Porque la batalla no es sólo con las armas, por una victoria militar, sino por las conciencias en el mundo. Las manifestaciones y los crecientes ataques antisemitas en todo el planeta son formas de su victoria.
Por eso, Israel puede defender a su población, y lo hace muy bien, pero hasta que no cambie las reglas de juego, no podrá salir de esta trampa para ratones que le ha tendido el Hamás.
(En la foto: El Paso de Erez, entre Israel y Gaza, bombardeado hoy por Hamás, en medio de una tregua para abastecimiento.)
Autor: Marcelo Kisilevski
Fecha: 18 de Mayo de 2021