Opinión: Evian, cuando las puertas se cerraron a los judíos

La Conferencia de Evian, que se realizó entre el 6 y el 15 de julio de 1938, fue convocada por iniciativa del presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, para tratar el tema de la situación de los judíos bajo el régimen de terror del gobierno del Reich, y que se había agudizado con la ocupación alemana de Austria.

La evidencia ante la opinión pública internacional sobre la angustiante situación de los judíos generó la necesidad de reunir en una conferencia a las delegaciones de distintos países con el fin de buscar una solución a la situación para aquellos que no podían salir de Alemania y Austria, por los difíciles y engorrosos trámites que les imponían, y también para quienes sí podían hacerlo se encontraban ante la negativa de varios países que se oponían a la recepción de judíos en su territorio. Estaba latente la amenaza del cierre de las fronteras mundiales a los refugiados judíos y el consiguiente temor de devolverlos al puerto de partida.

En Evian se reunieron las principales potencias mundiales, la Conferencia contó con la presencia de delegados de treinta y dos países, se rehusaron a tomar parte los países del Eje y de la Unión Soviética, Polonia y Rumania no mandaron delegados, solo observadores. Durante los días de debate se abordaron problemas tales como: ¿deben abrirse las puertas a cualquiera que tenga el estatus de refugiado?, ¿deben fijarse cuotas para el ingreso?, ¿cómo determinar el números de las personas que deben entrar?, ¿se debe considerar la situación económica del país que va a recibirlos?, ¿es conveniente recibir refugiados de orígenes étnicos y religiosos diferentes a la mayoría de la población? Mientras las ponencias se sucedían la urgencia de los refugiados no recibía respuesta. Se puso en evidencia que la mayoría de los participantes no tenía el deseo ni la voluntad de recibir a un número de refugiados o de aportar alguna solución concreta al problema.

El delegado americano sostuvo que su gobierno no podía ir en contra de las leyes del Congreso en lo referente a los cupos de la inmigración europea, incluyendo el tema judío; el representante australiano sostenía que en su país no hay antisemitismo y traer a refugiados judíos era instalar este problema; el delegado británico informó que para su gobierno era imposible modificar la legislación sobre la inmigración judía a Palestina, tal como lo exigían los dirigentes sionistas, por temor a provocar un mayor acercamiento de los árabes a Hitler.

La delegación argentina puso reparos en la aceptación de judíos, aduciendo que el país necesitaba inmigrantes que se adaptaran a la vida rural y campesina, y que no necesariamente los judíos europeos tenían esas características, además en el pasado habían llegado inmigrantes judíos, pero ahora el país ya no tenía más capacidad.

Es importante señalar que con posterioridad a la Conferencia, el 12 de julio, el canciller argentino José M. Cantilo, envió a todas las embajadas, en forma secreta, la Circular 11 en la cual ordenaba a los cónsules argentinos: “negar el otorgamiento de la visa…..a toda persona que fundadamente se considere que abandona o que ha abandonado su país de origen como indeseable o expulsado” (Debía entenderse el término “indeseable=judío”).

Así, un país tras otro argumentaba las causas por las cuales no podía recibir inmigrantes judíos, demostrando que el encuentro internacional había sido un gran fracaso al mostrar que la mayoría de los gobiernos participantes, con excusas superficiales, manifestaban una “insensibilidad moral” hacia el triste destino de los “apátridas” judíos, o como los gobernantes se “encogían de hombros” o “daban la espalda” al no querer hacer nada al respecto. El dirigente sionista Jaim Weizmann, futuro primer presidente del Estado de Israel, sintetizó la Conferencia con una frase: “El mundo parece estar dividido en dos partes, una donde los judíos no pueden vivir y la otra donde no pueden entrar”.

El Congreso de Evian demostró, no solo, que los países no se interesaban en recibir en su seno a judíos, sino que nadie se inmutaba demasiado por la supresión de los derechos jurídicos a cientos de miles de ellos que se encontraban en Alemania y en Austria.

El fracaso de Evian representó la indiferencia más cruel hacia el destino de los judíos en los días previos a la Segunda Guerra Mundial. Con Europa ya en guerra, la indiferencia continuó, a las excusas ya conocidas se agregó aquella que sostenía la necesidad de mantener fronteras herméticamente cerradas ante el peligro de infiltración de agentes enemigos entre los refugiados genuinos. Los países aliados ni siquiera cambiaron su actitud hacia las peticiones de recibir a los refugiados cuando ya era conocido en 1942 la implementación del exterminio judío mediante la “Solución Final”.
A casi ocho décadas de la Conferencia de Evián y a más de siete décadas de finalizada la Segunda Guerra Mundial, se mantiene el mismo interrogante,

¿Por qué los aliados y los países neutrales no hicieron nada?, ¿no habrá llegado el momento de aquellos que juzgaron a los nazis en Núremberg dejen de utilizar las conocidas y vanas excusas en la que todos sus esfuerzos estaban concentrados en derrotar al enemigo nazi y no se podían distraer en acciones para salvar a los judíos?, y si son reales estas justificaciones, ¿no es esta una actitud antisemita?.

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Fuente: Radio Jai