Durante la guerra de 1967, Israel incautó documentos de Egipto y Jordania con órdenes claras de aniquilar a la población civil. Sin embargo, diferentes académicos distorsionan los hechos en un intento de transformar a los árabes en víctimas y a Israel en el agresor. Esta es la verdadera historia.
Más que otra cosa, la Guerra de los Seis Días se ha convertido en una guerra reescrita. Un mar de publicaciones muestran lo que sucedió en ese momento. El Egipto de Gamal Abdel Nasser, afirman los revisionistas, no tenía la habilidad de luchar contra Israel, y de cualquier manera, no tenía intención de hacerlo.
Es cierto que amenazó, envió más y más divisiones al Sinaí, expulsó a los observadores de las Naciones Unidas, incitó a las masas en los países árabes. Es cierto que los regímenes árabes se prepararon para la guerra. Es verdad que Nasser cerró el Estrecho de Tirán, que Israel estaba sitiado desde el sur. Es cierto que fue una grave violación del derecho internacional, un “casus belli”.
Sin embargo, todo eso no tiene importancia, porque hay una mega-narrativa que obliga a las fuerzas del progreso a eximir a los árabes y apuntar el dedo acusador a Israel. Y cuando existe una narrativa, ¿quién mira los hechos? Según la mega-narrativa, Israel tenía planes expansionistas, y simplemente aprovechó la oportunidad. Diversos académicos distorsionan los hechos en un intento de transformar a los árabes en víctimas y a Israel en el agresor.
Disculpen por haber ganado
Yo era niño, un alumno de primaria. Recuerdo el temor, tanto temor. No había refugios en donde vivía. Esperábamos bombardeos, así que cavamos pozos en el patio.
Ocasionalmente, recordamos el sonido del trueno de El Cairo que nos recuerda las amenazas de aniquilación. Pero de hecho, esas amenazas eran mucho más graves. Tanto la Liga Árabe como los líderes de todos los países vecinos anunciaron terminantemente que su objetivo era aniquilar. Repito: aniquilar. Teniendo en cuenta que el mundo árabe y musulmán estaba involucrado en masacres propias y mutuas sin fin, quedaba bastante claro que lo que hacían y aún hacen a sí mismos lo harían contra Israel.
Por lo tanto, debemos recordar que la alternativa a la victoria era la aniquilación. Así que perdonen por haber ganado. Porque una ocupación sin aniquilación es preferible a una aniquilación sin ocupación.
“Nuestro objetivo es claro: borrar a Israel del mapa”
Los países árabes nunca aceptaron la existencia del Estado de Israel, ni por un momento. De 1949 a 1967 no existía la ocupación, pero no se creó un Estado palestino, porque los líderes del mundo árabe no querían otro Estado. Ellos querían a Israel. Nunca ocultaron sus intenciones.
La nueva etapa comenzó en 1964. En el contexto del conflicto sobre el agua, la Liga Árabe se reunió en El Cairo y anunció: “… los preparativos militares árabes colectivos, una vez concluidos, constituirán los últimos medios prácticos para la eliminación de Israel”.
Al cabo de dos años, el entonces ministro de Defensa, Hafez Assad, que pasó a ser presidente de Siria declaró: “Ataquen los asentamientos del enemigo, háganlos polvo, pavimenten las vías árabes con las calaveras de los judíos”. Y en caso de duda agregó: “Estamos decididos a saturar esta tierra con su sangre (israelí), y arrojarlos al mar”.
AUTOR: BEN-DROR YEMINI
Fuente: Enlace Judío